18 octubre, 2008

CUENTERA INVITADA, BIENVENDIDA





EL PRIMER LIBRO DE ARENA
Por Adriana Isidro Morales*



Vivo sola, en un cuarto piso de una ciudad, en donde había gente amable...

Hará unos meses, al atardecer..., oí un golpe en la puerta... Abrí y entró un desconocido: Era un hombre alto, de grandes ojos negros, pero había algo en él... ese algo le hacía especial: eso era su amabilidad. Portaba un traje gris y tenía un maletín...

Le señalé una silla..., el hombre tardó un rato en contestar..., se le hacía raro que lo dejaran pasar y le ofrecieran una silla, ya que ninguna persona lo había hecho...

Vendo Biblias –me dijo-

Le contesté: En esta casa hay Biblias..., incluso la primera es de mi padre, pero ¡muchas gracias...!

Al cabo de un silencio me contestó: -No sólo vendo Biblias, también le puedo ofrecer un libro especial...

¡A mí!, pero ¿por qué a mi? – Contesté - Porque sé que lo cuidarás y protegerás toda tu vida...

Abrió la valija y sacó un libro; encuadernado en tela, sin duda..., había pasado por muchas manos.

Lo miré..., y su peso me sorprendió... El lomo decía: “Sagrada Escritura”. ¡Será del Siglo XIX! –observé-

Lo abrí al azar..., las páginas me parecieron gastadas, estaban impresas a dos columnas, pero había algo extraño en ese libro que me llamó la atención...,

Abrí el libro al azar en la página 999 y cuando cambié de hoja el número había cambiado..., llevaba el número 10490..., ¡era tan extraño!, que no entendía lo que pasaba y despertó más mi interés...

Fue entonces, que el desconocido me dijo –mírela bien, porque ya no la verá más-

Desconcertada le dije –Se trata de una versión de la escritura de una lengua de la India ¿no es verdad?-

-No, replicó él-

Luego, bajo la voz, para confiarme un secreto...

Seré honesto con usted. Lo adquirí en un pueblo de la llanura a cambio de unas monedas –me dijo-, que su libro se llama “Arena”, porque ni el libro ni la arena..., tenían principio y fin...

Me pidió que buscara la primera hoja..., y apoyé la mano derecha sobre la portada y abrí..., con el dedo pegado a la hoja..., todo fue inútil..., siempre se interponían varias hojas entre la portada..., era como si el libro brotara...

Ahora..., busqué el final..., pero también pasó lo mismo..., y fracasé...

Siempre en voz baja..., el vendedor me dijo –no puede ser..., pero el número de páginas de este libro es infinito..., ninguna es la primera; ninguna, la última-

Y luego dijo: -Si el espacio es infinito..., estamos en cualquier punto del espacio..., en cualquier punto del tiempo...-

Mientras hablábamos, seguía explorando el libro infinito, y le pregunté:

-Usted, puede ofrecer este curioso libro al museo- ¿Por qué me lo ofrece a mi?
Le seré honesto –me dijo-, la verdad..., pienso venderle este libro a usted, ya que ha sido muy amable conmigo..., al tiempo que me miraba de manera extraña y misteriosa...

Y al cabo de unos instantes..., le propuse un trato...

Le propongo algo –le dije-, yo le ofrezco el monto de la jubilación que acabo de cobrar y una cadena de oro que me dio mi madre.

Trato hecho –me dijo-, y me advirtió ¡Cuídelo mucho o lo lamentará...!

Fui al dormitorio, tome la cadena y el dinero... Era de noche cuando el hombre se marchó... Nunca lo volví a ver y no supe cómo se llamaba...

Pensé guardar el libro de arena en el librero, donde tengo una colección incompleta..., pero me fue imposible, no podía separarme de él...

Me ponía a leerlo y su lectura me absorbía... Fui prisionera del libro..., casi no me asomaba a la calle... Sólo sentía que era un objeto de pesadilla..., una cosa obscena que corrompía la realidad..., ya que siempre lo que hacía era dormir y abrir ese libro..., hablaba de temas ¡tan inexplicables...!, había leído parte de mi historia... Y, ¡cambió mi vida! Me dediqué a ayudar a la gente durante el resto de mi vida...

Tiempo después..., decidí guardarlo en el sótano, para que nadie más conociera la existencia del “Libro de Arena”. Pero, siempre lo cuidé, como nunca lo había hecho con alguna otra cosa...

No sabía si venderlo o heredarlo..., o algo así..., hasta que comprendí...

Lo dejé ahí..., donde estuvo intacto..., y cuando fallecí..., sabía que aquél que lo tuviera en sus manos lo tendría que cuidar muy bien..., ya que en ello no sólo se jugaba la vida..., ¡Cuándo lo hagas tú y leas... tu historia!, espero que nos volvamos a encontrar y nos hagamos compañía..., o si no...



*Adriana fue alumna del Profr. Antonio Gallardo González, de la EST 48, de Tultitlán, Estado de México. Dentro de sus actividades como profesor de español, el Profesor Gallardo, impulsó un concurso de poesía y cuento, entre cuyos trabajos se presenta este texto del Libro de Arena.
Si quieren comunicarse con él- E-mail: antonioernesto02@prodigy.net.mx

2 comentarios:

Anónimo dijo...

*esta padrisimo el cuento
que imaginacoooooooooon*

Anónimo dijo...

*esta padrisimo el cuento
que imaginacoooooooooon*